ISSN 2773-7705
Periodo. Enero – Junio 2021
Vol. 4, Nro. 1, Publicado 2021-06-30
https://revistas.itsup.edu.ec/index.php/higia
de que se presenten complicaciones graves
asociadas con la disfunción multisistémica. En
algunos casos seleccionados de pacientes con
menos de 34 semanas de gestación, se podría
considerar un manejo expectante para lograr
prolongar el tiempo del feto intrauterino y así
garantizar mayor madurez fetal y disminuir las
complicaciones neonatales potencialmente
asociadas, con la administración de
corticoesteroides prenatales. Además, se
recomienda esta estrategia de manejo en los
casos donde las alteraciones de laboratorio son
transitorias, y en casos donde solo exista la
hipertensión arterial mayor a 160 mmHg sistólica
o 110 en la diastólica, como único criterio para la
enfermedad severa. Se consideran
contraindicaciones absolutas para el manejo
expectante en pacientes con preeclampsia severa,
en fetos con edades no viables y cuando existe
inestabilidad materna o fetal (18).
Tratamiento de preeclampsia sin criterios de
severidad
Al igual que las pacientes con criterios de
severidad, en estos casos, el tratamiento
definitivo dependerá de la edad gestacional que
presente la paciente a la hora de ser valorada y
del estado hemodinámico materno y fetal. Para
casos en donde la edad gestacional sea mayor de
36 semanas y por ende sea un feto a término, se
considera que el mejor tratamiento es la
inducción del parto, debido a que este plan de
manejo, reduce el riesgo de sufrir complicaciones
si se permite la extensión de semanas de
gestación y son menores que los beneficios
garantizados. Para pacientes que tienen menos de
33 semanas, los estudios recomiendan iniciar un
manejo expectante, debido a que se obtienen
mayores beneficios con este manejo en lugar de
favorecer un parto prematuro. Se deben repetir
los exámenes de laboratorios al menos dos veces
por semana. Ya que algunas pacientes podrían
tener el riesgo de padecer el síndrome de HEELP,
que se caracteriza por alteración hepática, anemia
hemolítica y trombocitopenia. No se recomienda
la dieta hiposódica ni el reposo en cama absoluto,
debido a que no existe evidencia de que esto
mejore el resultado final. Se iniciará tratamiento
antihipertensivo, solo en casos donde la presión
supere los 160 mmHg en la presión sistólica o los
110 mmHg en la presión diastólica, debido a que
el inicio de medicamentos con cifras menores a
estas últimas, no disminuyen la morbimortalidad
asociada, ni mejora el curso de la patología. Para
las pacientes que fueron tratadas de forma
expectante, se optará por la inducción del parto
en el momento en que se cumplan 37 semanas de
gestación o ante la presencia de complicaciones
que sometan a la paciente a una preeclampsia con
criterios de severidad (18).
Ácido Úrico
El ácido úrico es uno de los marcadores más
estudiados porque está documentada su
sobreactividad en la placenta de mujeres con
preeclampsia. Es el producto final de la
degradación de las purinas (adenina y guanina).
Se trata de un compuesto antioxidante que, en
ausencia de otros compuestos antioxidantes,
como el ácido ascórbico, puede comportarse
como agente oxidante y proinflamatorio. Su
valor sérico en mujeres no embarazadas es de 2.4
a 5.7 mg/dL, en embarazadas sanas ≤ 4 mg/ dL y
en las embarazadas con preeclampsia, la media
es de 6.7 mg/Dl (19).
La elevación de ácido úrico en las mujeres con
preeclampsia a menudo precede a la hipertensión
y proteinuria, manifestaciones clínicas y
paraclínicas que se utilizan para diagnosticar este
trastorno. Hay varias causas potenciales del
ascenso del ácido úrico en la preeclampsia que
son: la función renal alterada, el daño endotelial,
la acidosis y el aumento de actividad de la enzima
xantina oxidasa / deshidrogenasa. En la
población no embarazada el aumento de ácido
úrico en sangre se considera un factor de riesgo
para la hipertensión, enfermedad renal y eventos
cardiovasculares adversos. También se
evidencian resultados adversos fetales en
gestantes hipertensas (20).
Las gestantes con PE presentan concentraciones
séricas de ácido úrico superiores a las de mujeres
con embarazos sin complicaciones. Por este
motivo este marcador bioquímico ha sido
propuesto en el diagnóstico de la enfermedad y
de hecho se utiliza habitualmente en la
valoración de la gestante con sospecha de PE.
Aunque existe cierta heterogeneidad en los
puntos de corte evaluados en los diferentes
estudios, en general el ácido úrico ha mostrado
mayor rendimiento diagnóstico que las pruebas
de función hepática. De este modo, alteraciones
en los niveles de ácido úrico permiten
diagnosticar PE, especialmente cuando es
precoz, con una especificidad muy elevada (en
torno al 95% en los estudios más optimistas) pero
tal y como ocurría con las transaminasas, valores
de este parámetro dentro del rango de referencia
no permiten excluir la enfermedad debido a su
moderada sensibilidad, que se sitúa entre el 60-
87% según las series analizadas. Por otra parte,
el ácido úrico ha demostrado ser útil en el
pronóstico de complicaciones derivadas de la PE,
tanto maternas como fetales. Además, se ha
evidenciado la existencia de una correlación
negativa entre la concentración de ácido úrico en
el momento de la admisión en urgencias y los